jueves, 8 de diciembre de 2022

DTP/412 Los dientes cuentan la historia

Descubrimientos. Se han encontrado prótesis fijas y ligaduras artificiales con más de 5.000 años de antigüedad. Muchos de nuestros gestos se desarrollaron para disimular la falta de dientes. La falta de dientes ha sido un estigma para la humanidad desde hace miles de años. Se han encontrado prótesis fijas y ligaduras de alambres de oro para sostener dientes postizos en cráneos de más de 5.000 años de antigüedad. En la ley 196 del código de Hammurabi (1750 AC) puede leerse: "Si alguien lesiona un ojo de un igual se le mutilará su propio ojo". La ley 198 dice: "Si alguien arranca un diente de un igual se le arrancará su propio diente". En la canción de Salomón y en los salmos de David, del Viejo Testamento, la falta de dientes es considerada una mutilación y un signo de debilidad. Ya en los albores de la era cristiana, existían prótesis parciales y totales bastante sofisticadas. Estos signos indican a las claras la importancia de exhibir una buena dentadura o, en su defecto, ocultar su ausencia. Es muy probable que muchos de los comportamientos sociales considerados de etiqueta y buenos modales hayan sido inducidos por limitaciones de las dentaduras de reyes, príncipes y cortesanos. Los modales más reveladores de este aspecto son: uso de utensilios para trozar los alimentos; ingerir bocados pequeños; comer con la boca cerrada y no hablar mientras se come (lo contrario pone en evidencia la discapacidad oral o las falencias de prótesis precarias). Otro comportamiento que revela los esfuerzos para disimular los dientes estragados es el uso masculino de pobladas barbas y bigotes, y de velos y abanicos en las mujeres. Es fácil comprobar la ausencia de sonrisas francas en retratos de personajes que han vivido antes del desarrollo de la odontología moderna y, si el retratista era fidedigno con su arte, la imagen del rostro plasmado mostraba claros signos de ausencia de dientes, tales como depresiones en los labios y en las mejillas, además de gestos adustos y forzados para disimular tal situación. En el muy difundido retrato de George Washington (billete de un dólar) puede adivinarse que, al momento de posar, se han introducido en la boca trozos de tela u otro elemento de relleno para compensar el hundimiento del rostro por la falta de dientes. Algunas décadas atrás, una sonrisa "a mandíbula batiente" era considerada un gesto poco refinado, tal vez porque no muchos la podían desplegar. En las películas anteriores a 1980, es difícil ver carcajadas exponiendo la dentadura. En la actualidad, el avance de la odontología permite devolver la salud y la estética de los rostros a tal punto que podemos encontrar sonrisas "gardelianas" aún en personas octogenarias. Nuestra sociedad es más sonriente que la de siglos pasados (al menos en lo que a mostrar los dientes se refiere). Por otro lado, la alta exposición "fotográfica" que implican los eventos y las redes sociales –nadie quiere ser sorprendido sonriendo con espacios desdentados– provoca en los individuos ansiedad y acentúa el requerimiento de procedimientos odontológicos confiables. Para reponer dientes naturales sólo hay malas opciones, aunque los implantes sean la mejor. Los implantes dentales son el tratamiento más seguro para reponer piezas faltantes y su tasa de éxito es superior al 90% en 20 años. Los avances han sido exponenciales, ya sea por el perfeccionamiento de las técnicas, materiales e instrumental de las cirugías propiamente dichas, como por las posibilidades de realizar diagnósticos más certeros, dados el conocimiento y la tecnología de vanguardia. Para no opacar el universo de ventajas del presente es clave incorporar los cambios de modo pausado, esperando confirmaciones científicas confiables, evitando utilizar recursos terapéuticos prematuros que sólo producen frustraciones en 2 pacientes y profesionales. Es importante buscar soluciones simples para los casos complejos y reservar las opciones más invasivas y de excesiva manipulación para situaciones excepcionales. A menudo, se logran resultados no tanto por lo que se hace, sino por lo que se deja de hacer. Además, es fundamental escuchar la necesidad del paciente y brindar asesoramiento adecuado para cada caso, en el cual intervienen variables como el sexo, la edad, la personalidad y la actividad laboral que se desarrolla. Todo ello, sin soslayar las experiencias odontológicas previas, que a menudo cargan de temores y desconfianza a las personas. A quienes pasan por esta situación es bueno recordarles que hoy algunos implantes se realizan en cinco minutos. La sentencia es “El último grado de la sofisticación es la simpleza”. Fuente: La Voz https://www.lavoz.com.ar/suplementos/salud/dientes-cuentan-historia/

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